Hasta hoy, la explicación más aceptada sobre los orígenes de nuestro planeta y su satélite era que hace 4.500 millones de años un objeto gigantesco chocó contra la Tierra
y, de los fragmentos desprendidos, nació la Luna. Y que el impacto
provocó tal calor que todo el hidrógeno se evaporó y se perdió en el
espacio, dejando tanto a la Tierra como a su satélite secos. Más tarde,
el agua volvió a la Tierra en meteoritos y a la Luna en cometas.
Ahora, una nueva investigación revela que el origen del agua encontrada de las rocas traídas por las misiones Apolo es el mismo que el del agua terrestre. Y ante esta evidencia, la explicación más simple es que el hidrógeno ya estaba en la Tierra en el momento del gran impacto
y que no hubo una pérdida significativa durante la formación de la
Luna.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores analizaron la proporción de deuterio –un isótopo del hidrógeno– en la muestra.
Las moléculas de agua formadas cerca del Sol tienen, en general, menos
deuterio que las formadas en los bordes exteriores del sistema solar.
Según los investigadores, la proporción de este isótopo en el agua lunar
es la misma que en el 98 % de la terrestre. Además, ambas coinciden con
la de las condritas carbonáceas, unos primitivos meteoritos formados
cerca de Júpiter “que fueron el origen común de los componentes
volátiles de la Tierra y la Luna, y probablemente de todo el sistema
solar interno”, según Saal.
El hidrógeno analizado se encuentra
atrapado en cristales volcánicos y, gracias a esto, no se perdió en las
erupciones lunares y los investigadores han podido hacerse una idea de
cómo es el interior de la Luna.
Fue en 2011 cuando otra
investigación realizada por el mismo equipo observó que estas muestras
tenían tanta agua encerrada como las lavas del fondo del océano
terrestre. “Entonces, las implicaciones fueron que el interior de ambos
cuerpos celestes albergaba reservas con cantidades equivalentes de
hidrógeno”, explica el cientifico.
El punto principal de nuestro nuevo artículo es que el
hidrógeno de la Luna no se originó en cometas como se pensaba, sino en
meteoritos primitivos como los que lo trajeron a la Tierra. Estos resultados no son necesariamente incompatibles con la
idea de que la Luna se formó a partir del gran impacto de un asteroide
en los inicios de la vida de la Tierra, pero plantean la incógnita de
cómo es posible que el agua sobreviviera a semejante colisión. Necesitamos volver al inicio y descubrir más sobre lo que provocan los
grandes impactos.
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